UNA SALVACIÓN GLOBALIZADA

            Lograda la salida del consejo de administración que estaba a punto de certificar la desaparición de la entidad, en julio de 2012 era necesario echarla a andar, para lo que todo eran incógnitas, dada la situación de abandono de la misma y la escasez de tiempo.

            El nuevo consejo, con "Toni" Fidalgo como presidente, rodeado de hombres de su confianza y de gente de la de la afición como Juan Ramón González o Pedro Zuazua, comenzó a trabajar contra-reloj. El objetivo era salir a competir en el plazo de poco más de un mes y desentrañar toda la oscura situación económico-administrativa que tenía la sociedad. Lo primero se logró con más facilidad que lo segundo (ya había experiencia desde 2003). Y es que cada cajón que se abría, cada noticia sobre la gestión de Alberto González y Ángel Martín Vaca que aparecía, cada solicitud de información, obligaban a llevarse las manos a la cabeza.

            El arduo trabajo permitió que en un plazo aproximado de dos meses se pudiese conocer con cierta claridad la verdadera situación. La conclusión fue desalentadora: para evitar la desaparición de la entidad era preciso convocar una ampliación de capital en la que, como mínimo, sería preciso recaudar casi dos millones de euros para evitar la causa de disolución, dos y medio para poder terminar la temporada, y del orden de los cuatro millones para solventar las deudas a corto plazo y poder plantearse el futuro. El legado recibido era caótico. Por ejemplo, y entre multitud de calamitosas actuaciones, llevaban casi tres años sin realizar pagos ni a Hacienda ni a la Seguridad Social, ni los comprometidos por el convenio de acreedores derivado del proceso concursal de 2003, ni los de la actividad ordinaria.

            En medio de un profunda crisis económica en España, lograr las cifras mencionadas era toda una quimera, existiendo el convencimiento general de que sólo podría alcanzarse con la llegada de un gran inversor, sin que apareciese en el horizonte más interés que el del presidente del Granada, Enrique Pina, un personaje que planteaba bastantes reticencias por sus antecedentes de compraventas de plazas y equipos pero que, no habiendo otras alternativas, parecía la única opción para que el Real Oviedo evitase la desaparición.

            Con el causante del caos, Alberto González, en paradero desconocido, en situación de busca y captura por Interpol para cumplir la pena de prisión a la que estaba condenado por sus delitos fiscales, el tramo final de la ampliación se presentaba casi como un imposible. Con sólo unos 60.000 euros recaudados en el tramo inicial (reservado a quienes ya eran accionistas), los últimos quince días, reservados como tramo libre para que cualquiera pudiese entrar en el accionariado, amenazaban con ser los últimos de vida de la entidad. Ahí la afición comenzó a dar ejemplo acudiendo desde el primer día a adquirir acciones, formándose largas colas en las oficinas del club. Pero la movilización fue mucho más allá.

            Y es que si desde el primer día se producían colas en unas oficinas que estaban desbordadas, en las que, pese a las previsiones de que con el paso del tiempo verían reducida la afluencia, las racaudaciones aumentaban jornada tras jornada, las nuevas tecnologías iban a ser otro medio importantísimo para aumentar el capital suscrito. El hashtag #SOSRealOviedo se propagó por las redes sociales dando la vuelta al mundo, teniendo que improvisarse desde el club un sistema para facilitar la adquisición de títulos a distancia. Se desbordaron todas la previsiones y surgieron nuevos accionistas desde los lugares más inverosímiles (desde Sudáfrica a Nueva Zelanda pasando por Rusia o Estados Unidos).

            La página web donde se se podían realizar las adquisiciones tuvo que ser traducida a idiomas tan sorprendentes como el chino, el ruso o el árabe, por citar algunos. Pero el mundo anglosajón tendría especial relevancia motivada por el llamamiento de ayuda hecho por el periodista inglés Sid Lowe (oviedista desde su estancia como erasmus en Oviedo en los años noventa del siglo pasado) y la masiva respuesta de sus más de 100.000 seguidores en Twitter. A todo ello ayudó que futbolistas formados en las categorías inferiores del Real Oviedo como Cazorla, Mata o Michu estuviesen triunfando en la Premier League.

            Llegados a los últimos días de la ampliación se comprobó que sólo con las aportaciones de los minoritarios (lo que se conoció como el menudeo) se iban a alcanzar esos casi dos millones de euros precisos para no instar la disolución (con posterioridad se supo por una auditoría que estaba pendiente que la cantidad precisa era algo inferior). Y entonces se concretaría la guinda del pastel, algo iniciado a modo de broma radiofónica desde un programa que hizo una llamada solicitando que el hombre más rico del planeta, Carlos Slim, entrase en el accionariado del club azul. Tras contactar con su yerno y encargado de sus inversiones deportivas, Arturo Elías, y después de un masivo bombardeo de mensajes a través de las redes sociales, sorprendidos por la movilización social que estaba siendo noticia a nivel mundial, mediante el grupo Carso —uno de los controlados por el magnate—, Slim adquiriría otros dos millones de euros en acciones, redondeando la cifra mágica de los cuatro con los que el futuro del conjunto azul podía empezar a verse con cierto optimismo.

            El nuevo mapa accionarial dejó claro que, pese a que el grupo de Carlos Slim pasaba a ser el principal accionista de referencia (34,22%), la afición, la que había puesto el dinero preciso para evitar en primera instancia la desaparición, quedaba, en su conjunto, como máxima accionista de la sociedad (40,81%).

            Los más de treinta mil accionistas con los que contaba a partir de ese instante el Real Oviedo, repartidos por todo el mundo, supusieron un hito en el fútbol mundial, en una historia mágica de difícil repetición.

            Posteriores ampliaciones de capital aumentarían el porcentaje de participación del grupo Carso, pues convertiría en acciones el dinero aportado a la sociedad, claro ejemplo de su implicación en un proyecto de futuro más que ilusionante. Y nuevos pequeños accionistas de todas partes del mundo también se iban a sumar, superándose ampliamente la cifra de los 40.000 accionistas repartidos por 125 países, confirmando el carácter global del Real Oviedo.