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El Requexón
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ESCÁNDALOS ARBITRALES

M. Navarrete
Japón S.
Brito A.
Losantos O.
       
Martín Navarrete
Japón Sevilla
Brito Arceo
Losantos Omar
 

            De los muchos arbitrajes polémicos que están grabados en la memoria de los oviedistas, hay alguno que perdura con más fuerza. Desde las brusquedades, más próximas a la agresión que a otra cosa, sufridas por «MARIANÍN» por parte del madridista «GOYO» BENITO (que quedaron impunes en sus enfrentamientos y cuyas consecuencias aceleraron el ocaso del "jabalí del Bierzo"), hasta la actuación del vasco Losantos Omar convirtiendo lo que debería haber sido penalty a favor del Real Oviedo y expulsión del madridista HELGUERA, en falta en contra y expulsión por segunda tarjeta de «OLI», el 10 de junio de 2001, cuando la victoria oviedista hubiese supuesto la permanencia en 1ª división y el marcador era el que sería final: 1-1, pasando por los escándalos que generaron muchas de las actuaciones del malagueño Martín Navarrete (un penalty pitado en contra de los azules el 1 de diciembre de 1991, con expulsión incluída de JERKAN por un leve gesto hecho a un contrario, tras conceder una muy particular ley de la ventaja al no señalar una falta cometida sobre el guardamenta «VITI», fue el más sonado) o el gol del bilbaíno CIGANDA en San Mamés (3/05/1998) marcado con la mano y concedido por el colegiado tinerfeño Brito Arceo. La introducción en el último tramo del siglo XX de una tecnológía que permitió tener una perfecta conciencia de lo ocurrido sobre un terreno de juego, hace que casi todos esos recuerdos sean a partir de esa época.

 

            Pero hay arbitrajes anteriores que, pese a no contar con pruebas videográficas, perduran entre los recuerdos de quienes lo presenciaron o en la historia azul, por las consecuencias que tuvieron. Quizás, uno de los que más fue el protagonizado por el colegiado Álvarez Orellana el 1 de abril de 1973. Se disputaba la jornada 27ª del campeonato liguero de 1ª división y visitaba un abarrotado Carlos Tartiere el R .Madrid. Sabino Barinaga compuso aquella tarde un alineación formada por LOMBARDÍA, CARRETE, «TENSI», VICENTE, M. ENRIQUE, IRIARTE, JAVIER, JACQUET, «MARIANÍN», GALÁN y URÍA. El Madrid que entrenaba Miguel Muñoz contaba con consagrados como ZOCO, «PIRRI», AMANCIO o VELÁZQUEZ y jóvenes valores como SANTILLANA y se adelantó en el marcador al poco de iniciarse el encuentro merced a un gol anotado por AGUILAR. A la media hora empataría Enrique GALÁN y con tablas en el marcador se enfrentaría una segunda mitad en la que la labor de Orellana motivó un gran revuelo entre la parroquia local. Un gol de SANTILLANA en el tramo final del partido puso el 1-2 final en el marcador que otorgaba los puntos a los merengues en medio de una constante protesta hacia la labor del trencilla, más contestado que nunca y acusado de partidismo a favor de los visitantes a quienes benefició en las varias jugadas conflictivas que se produjeron.

            Los incidentes ocasionados como consecuencia de aquella actuación de Orellana, perduraron durante mucho tiempo en la memoria colectiva, saliendo a la palestra como ejemplo recurrente en cuanto surgía en cualquier ámbito el tema de la labor arbitral y su partidismo hacia el R. Madrid.

 

            Años más tarde, los graves incidentes producidos en las postrimerías de un encuentro entre R. Oviedo y R. Valladolid, iban a suponer que el Carlos Tartiere fuese cerrado por vez primera. Tal sanción fue impuesta tras lo sucedido en la tarde del 11 de mayo de 1980. Los locales apuraban las últimas opciones para obtener el ascenso a 1ª división, para lo cual era obligada la victoria frente a los pucelanos, clasificados en puesto de ascenso y que se presentaron en Oviedo con un importante número de seguidores. La victoria local supondría acercar a los azules a 3 puntos de los castellanos, con el gol-average a favor y con 3 jornadas por delante. Los carbayones dispusieron aquella tarde una formación integrada por CAMUEL, «LUISITO», VICENTE, «VILI», ONDINA, «MANOLÍN» (ESTEBAN), MARTÍN ROALES (JAVIER), JOSÉ CARLOS, HERBERA, DOMINGO y ORTUONDO. El extremeño Falero Pérez señaló un más que riguroso penalty a favor de los visitantes cuando el partido tocaba su fin y el marcador era de 2-1 para los oviedistas. Tras una larga interrupción del partido, lanzamiento de objetos e intento de invasión, se pudo lanzar. GAIL lo convirtió en gol y poco más duró un encuentro que colocaba a los vallisoletanos con un pie en primera y dejaba a los oviedistas sin opciones.

            Los incidentes se prolongaron durante bastante tiempo y la sanción del cierre de campo que obligaría a jugar lejos de Oviedo como local, era más que esperada. Se cumpliría el encuentro de sanción impuesto como castigo, disputando el siguiente partido como local en Zamora. El 25 de mayo, el Granada vencería por 2-0 en ese partido en el exilio, que era totalmente intranscendente.

 

            La segunda ocasión en que una sanción supuso el cierre de campo, llegaría tras no poder concluir el partido contra el Elche en la temporada 1982/83. El 24 de abril de 1983, en el minuto 32 de la 2ª parte, el colegiado Jiménez Muñoz suspendió el partido tras los altercados ocasionados después de expulsar al oviedista JOAQUÍN por un gesto de desconsideración realizado hacia un juez de línea mientras protestaba por el juego duro de los ilicitanos que no era sancionado. JOAQUÍN era un joven valor de la cantera oviedista, en unos años en los que no era frecuente que apareciesen jugadores en la casa que ilusionasen a los aficionados, que se presentaba ante su afición tras un reciente debut con la camiseta oviedista. En el tramo final de un campeonato que tenía al Real Oviedo en mitad de la tabla, en zona de nadie, el aliciente de aquella tarde en la que formaron de inicio «VITI», «JUANITO», ANTUÑA, PERUENA, «VILI», ARIAS, BLANCO, PANTOJA, JOAQUÍN, LOZANO y «JUANJO» no era otro que contemplar al prometedor JOAQUÍN que, para terminar de poner a los aficionados de su parte, había anotado el gol oviedista y estaba cuajando una brillante actuación en medio de lo que, desde la grada, se entendía como una permisividad arbitral hacia las duras entradas que estaba sufriendo su joven promesa, intolerable.

            En esta ocasión, la sanción del cierre de campo por un encuentro se cumpliría en Ribadesella jugando en el campo de Oreyana el partido de la jornada 36ª contra el At. Madrileño (7/05/1983) que terminaría sin goles. Pero como también había que terminar el partido contra el Elche, se aprovechó el viaje para jugar contra el R. Murcia entre ambos encuentros para disputar en La Condomina los 13 minutos pendientes (en los que no se movió el marcador).

            El mal estado del césped del Tartiere animaría a aprovechar la sanción para adelantar las obras previstas de renovación del terreno. Tras el encuentro jugado en Ribadesella por el cierre del campo, se jugaría en Langreo el último de la temporada (1-1 en Ganzábal contra el Recreativo de Huelva) e incluso se comenzaría la siguiente temporada como local recibiendo al Algeciras en el Hermanos Antuña de Mieres. Además, se disputaron los encuentros como local de la recién nacida Copa de la Liga en Mieres y Avilés.

 

            La tercera ocasión en la que el campo oviedista fue sancionado con el cierre no sería la labor arbitral la causante de los problemas en los graderíos. Sería esta vez en el nuevo Carlos Tartiere (la primera afectó al viejo Tartiere de Buenavista antes de la remodelación para el mundial de 1982 y la segunda al mismo escenario, pero ya remodelado) y sería efectiva tras consumarse, si no matemáticamente, sí a todos los efectos, el descenso a 2ª "B" en la temporada 2002/03, después de que el Salamanca venciese 0-3 (15/06/2003). La sanción de cierre pesaba sobre el estadio tras el derby regional jugado un mes antes (el 18 de mayo) por los objetos lanzados al terreno de juego y sería ratificada tras ese partido contra el Salamanca, en el que hubo disturbios que tuvieron a los integrantes de la plantilla azul como objetivo.

            Se cumpliría el castigo despidiendo el 28 de junio la 2ª división en el Suárez Puerta de Avilés, perdiendo con el Levante 1-2 en el último partido de la campaña más bochornosa de la historia oviedista, que culminaría poco después con el descenso administrativo a la 3ª división.

 

            Pero la mayor repercusión de una actuación arbitral en Oviedo, quizás, fue la vivida el 19 de mayo de 1996, pese a que el partido era intranscendente para los locales. Y es que, al margen de tratarse de un encuentro de 1ª división, el hecho de que el andaluz Japón Sevilla pitase seis penas máximas, significaba todo un récord. Corría la penúltima jornada liguera, el Real Oviedo estaba salvado de toda contingencia tras haber asegurado la permanencia en la jornada anterior derrotando brillantemente al Deportivo de la Coruña en Riazor por un contundente 0-4 y recibía a un R. Valladolid que precisaba ganar los dos últimos encuentros para salvarse y que se presentó en el Carlos Tartiere con un nutrido grupo de seguidores dispuestos a ver como su equipo obtenía el primero de ellos.

            MORA, ARMANDO, CÉSAR, JERKAN, «BERTO», «MANEL», ONOPKO, SUÁREZ, DUBOVSKY, CARLOS y CHRISTIANSEN saltaron al campo en el once inicial oviedista y disputaron una primera mitad que terminó con el resultado de 2-1 para los locales, tras obtenerse todos los goles de penalty, siendo el preludio de la esperpéntica situación que se viviría en la continuación.

            Japón Sevilla señalaría otras tres penas máximas a favor de los pucelanos (¡6 en total en noventa minutos!), concluyendo el encuentro con el resultado de 3-8. Y siendo destacable el hecho de que en un partido se señalicen seis penalties, no pasaría de ser un dato estadístico curioso de no ser porque las imágenes dejarían constancia de que sólo uno lo había sido, que otro era discutible y que los otros cuatro sólo habían existido en la mente del colegiado, impresión que ya se había tenido en vivo.

            Además, Japón Sevilla dejó a los locales en el inicio de la segunda mitad con dos jugadores menos, al mostrar equivocadamente la tarjeta roja a CÉSAR en el minuto 13 de la 2ª parte y a continuación a PEDRO ALBERTO (que llevaba 11 minutos sobre el campo y vió la tarjeta roja por una inexistente interrupción de una ocasión manifiesta de gol que originó uno de los penalties mal señalizados).

            Con un ya de por sí escandaloso 3-6 en el marcador (PETERNAC había anotado los 4 penalties pitados a favor de su equipo más uno en jugada) y frente a un equipo en inferioridad, desquiciado por lo que estaba sucediendo, QUEVEDO marcaría otros 2 goles (anotaría 3 en total) en las postrimerías del partido en medio de un ambiente de histeria colectiva provocada por la actuación arbitral.

            La esperpéntica actuación de Japón Sevilla haría que aquella tarde pasase a la historia del fútbol español. Y las expulsiones, junto a las tarjetas amarillas que acarrearon suspensión, obligaron a que en la siguiente jornada, la última de la competición, el equipo viajase en cuadro. Tuvieron que intervenir en el partido jugado en Mérida, hasta cuatro jugadores juveniles (DAVID, «HELIO», «CHECHU» e IVÁN).

 
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